jueves, 25 de noviembre de 2010

Impacto de las TIC en la educación

Ines Dussel

La escuela y las nuevas alfabetizaciones


Entrevista con Inés Dussel, Doctora en Educación, Universidad de Wisconsin-Madison, en Estados Unidos, coordinadora del área de Educación de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), y directora del Postítulo de Capacitación Docente “Las nuevas alfabetizaciones”, dictado por la Escuela de Capacitación Docente CePA, de la Secretaría de Educación del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.

Durante siglos, aprender a leer y a escribir fueron las habilidades básicas que la escuela se propuso transmitir bajo el concepto de alfabetización. A partir de las transformaciones sociales, económicas y culturales de las últimas décadas, nuevos saberes y conocimientos son necesarios para desenvolverse en la sociedad. En este contexto, se hace necesario repensar el concepto de alfabetización.

Fundación Leer: El sistema educativo argentino lleva, en su momento fundacional, la impronta de la alfabetización. ¿Cuál era, en ese contexto, el significado y el alcance del concepto?

Inés Dussel: La alfabetización era, en un comienzo, enseñar a leer y a escribir, y algunos rudimentos de matemática, básicamente de aritmética. Esa era la idea básica de alguien alfabetizado, alguien que podía leer, escribir, sumar y restar. Pero esta idea de alfabetización estaba pensada, también, como la base de la inserción en la sociedad y como la formación del ciudadano, aunque no necesariamente ese ciudadano era el votante. El propósito era formar a un ciudadano, a un sujeto capaz de comportarse “correctamente” en la sociedad, de respetar las leyes y la autoridad, pagar sus impuestos, obedecer en el trabajo. La alfabetización incluía, entonces, los contenidos mínimos, pero también era la visión de la formación de un ciudadano. Esta idea es muy fuerte en Argentina, no así en otros países latinoamericanos.
Si lo pensamos en el nivel global, la alfabetización se empieza a expandir en Europa Occidental de la mano de la Reforma protestante, relacionada con la lectura de las Sagradas Escrituras. En ese momento, la alfabetización era, exclusivamente, en lectura. La escritura era, en cambio, un saber monopolizado por los intelectuales, ya fueran clérigos o laicos. La vinculación de la alfabetización con la escritura comienza en el siglo XVIII y se hace mucho más importante en el siglo XIX. En Argentina, las dos cosas fueron de la mano.

F.L.: ¿Quiénes eran en ese momento, en la Argentina, los sujetos de la educación y de esta posibilidad de alfabetización?

I.D.: La propuesta de alfabetización incluía a todos. Era un concepto, de algún modo, autoritario y paternalista, en el sentido de la existencia de un Estado fuerte que tenía que enseñar todo a sujetos que no sabían nada, que eran casi inmorales, que eran pobres o inmigrantes, vacíos de saber.
Pero por otro lado, era un proyecto inclusivo porque todos podían aprender. Casi todos los sujetos eran educables, salvo aquellos que se ubicaban tras la línea de algún tipo de deficiencia, aquellos que hoy llamaríamos discapacitados. De todas maneras, es interesante tener en cuenta que en esa categoría entraban no sólo aquellos que tenían algún tipo de problema físico, psíquico o intelectual, también los anarquistas formaban parte de esta categoría. Eran considerados irrecuperables y, por lo tanto, no eran educables.
F.L.: Al ritmo de las transformaciones sociales y culturales, el término alfabetización va siendo también eje de cambios o de la necesidad de ampliar su sentido. ¿Cómo se fue modificando este concepto? ¿Qué sentidos adquirió históricamente?

I.D.: La idea de alfabetización en un sentido más amplio, que supere el concepto de enseñar a leer, a escribir y conceptos de aritmética, es bastante reciente. Yo diría que comenzó a desarrollarse durante el siglo XX. El uso metafórico del concepto, como alfabetización mediática, digital, tecnológica, ciudadana, surgió hace no más de 20 años. Incluso, la alfabetización matemática no era considera, concretamente, una forma de alfabetización. En inglés, el término alfabetización se dice literacy, pero cuando se discute acerca de la enseñanza de números o de conceptos matemáticos, se habla de numeracy.
En Argentina, el debate en torno a la alfabetización incluyó aquellos temas referidos a la lectoescritura. Recién ahora, se está ampliando esta idea. La concepción con la que trabajamos en el postítulo sobre “Nueva alfabetizaciones”, que se está desarrollando en el CePA, es la de ampliar la idea de alfabetización para incluir aquellos saberes básicos que hoy la escuela debería transmitir, aquellos saberes que definen qué significa ser hoy una persona alfabetizada. Tanto en términos de lectoescritura como en función de otras áreas, es necesario repensar cuáles son esos saberes.

F.L.: ¿Cuáles son las nuevas formas de construcción del conocimiento que se generan a partir de las últimas transformaciones (básicamente relacionadas con medios de comunicación y tecnologías)?

I.D.: En términos de la construcción del conocimiento es necesario pensar qué pasa fuera de la escuela y qué pasa en el sistema educativo en general. Por un lado, existen muchas otras agencias culturales además de la escuela. Es decir, si hasta hace unas décadas, la escuela era la única agencia legítima y autorizada para transmitir la cultura, hoy existen los medios masivos de comunicación, la Internet, y otros canales para la circulación del saber.
Pero, además, hay una desvalorización de la escuela como agencia cultural valiosa. La escuela es vista como una institución que ya no transmite ningún saber de punta, dinámico. Hubo un cambio importante que hizo que la escuela pasase de ser considerada una agencia transmisora de saberes y conocimientos innovadores, a ser vista como un aspecto residual de una cultura anterior.
Es cierto, que si uno piensa en la situación actual de crisis y en los saberse que son necesarios en este contexto -como la capacidad de organizar cooperativas o la posibilidad de tener iniciativas originales- y se pregunta cuánto de esto se aprende en la escuela, la respuesta es que se aprende poco. Esto es complejo, porque en una sociedad y en una economía en proceso de cambio y transformación tan profundo, la escuela aparece desfasada.
Ahora bien, ¿qué es lo que hay que hacer? Yo no creo que la escuela tenga que hacer “seguidismo” de estos cambios. La escuela es otra cosa, tiene un tiempo distinto al de los medios de comunicación. El tiempo de enseñar y de aprender es más largo y más tedioso y eso hay que tenerlo muy en claro. La escuela tiene un tiempo diferente, que implica también un tiempo de protección de la infancia, un tiempo que hay que defender. Siguiendo a Hanna Arendt, podemos decir que es preciso querer a los chicos lo suficiente como para ayudarlos a preparase para vivir en este mundo, pero también, para que renueven este mundo.
F.L.: Por lo general, estos cambios generan actitudes que varían entre un planteo que considera los nuevos estatutos del conocimiento como ajenos a la tarea de la escuela, y otros que consideran la necesidad de pensar en estos nuevos lenguajes y modos de construir el conocimiento, como el punto central de su tarea. ¿Cuál es el límite entre uno y otro planteo? ¿Qué lugar le toca a la escuela como transmisora de saberes y de conocimientos?

I.D.: Creo que, en este sentido, hay distintos aspectos a tener en cuenta. Por un lado, hay intentos de la escuela de “ponerse al día”, en el sentido de que hay renovación de rituales, de los métodos de enseñanza, hay textos nuevos, hay diseños curriculares nuevos, y hay propuestas diferentes por parte de muchos docentes, sobre todo en función del trabajo con temas de interés para los chicos que antes no se trabajaban.
Por parte de los maestros, también las actitudes son diferentes. Hay quienes, por temor al cambio, rechazan la necesidad de ampliar el concepto de alfabetización, en el sentido de incorporar todos aquellos otros saberes que los niños necesitan para desenvolverse en la sociedad. Pero también, hay una gran cantidad de docentes que incorpora nuevas estrategias, nuevos contenidos, y que viven la existencia de estas transformaciones como posibilidades para enriquecer su labor.
No creo que se pueda acusar a los maestros como conservadores de por sí. Si hay algún elemento conservador en el sistema educativo, eso va más allá de los maestros, y tiene que ver, concretamente, con cuestiones culturales más generales que hacen que el disenso sea visto como algo disruptor y que no favorecen el debate. Es fundamental, tener en cuenta que cada chico es distinto, que cada uno puede aportar algo diferente. Por eso, es importante preguntarse cuántas veces esto es considerado así en la escuela, y cuántas otras, es tomado como un problema.

F.L.: ¿De qué manera se modifica la relación pedagógica maestro-alumno, a partir de los nuevos modos de construcción de los conocimientos, teniendo en cuenta que los alumnos aparecen como portadores de saberes y lenguajes que, en muchos casos, los adultos no poseen o no manejan con familiaridad?

I.D.: Esta relación se viene modificando no sólo en función de los maestros y los alumnos, sino en la relación adulto-niño en general, en la cual los chicos aparecen como portadores de saberes que los adultos no poseen, básicamente en relación con los aparatos tecnológicos y las nuevas tecnologías. Los chicos poseen una serie de saberes en relación con los medios masivos o la computación, que no tiene que ver únicamente con su manejo concreto, sino también con el hecho de haber nacido y crecido en una estética y en una gramática diferentes a las que atravesaron sus maestros o sus padres.
Esta situación implica repensar la relación pedagógica. El patrón de esta relación está todavía bastante alejado de las transformaciones sociales y aun tiene rasgos bastante autoritarios. Por supuesto, no en todos los casos, pero sí como patrón. De todas maneras, hay saberes que transmite la escuela que siguen siendo fundamentales, incluso en función de la relación con los nuevos medios. Para manejarse con la computadora o para navegar por Internet hay que saber leer y escribir, para crear un software son necesarias herramientas básicas de gramática.
Además de esto, hay algo muy importante que tiene que ver con que no todo lo que aparece en Internet es cierto, bueno o de calidad, y en ese sentido, la escuela tiene la función de enseñar a distinguir, a comprender. Es una tarea de comprensión de la comprensión. La escuela debe formar lectores y usuarios críticos de la cultura. En este contexto, la relación pedagógica tiene que ser de transmisión de saberes de un adulto a un niño que pueda decirle “tengo algo para enseñarte, yo quiero esto de vos”, pero que también esté preparado para escuchar que ese niño le diga “muchas gracias, pero ahora yo con esto que me diste quiero hacer otra cosa”.

F.L.: Teniendo en cuenta la actual situación de crisis y el aumento de la pobreza y de la marginalidad, los nuevos lenguajes y códigos necesarios para vivir en la sociedad suelen estar desigualmente distribuidos. ¿Qué lugar tiene la escuela en el proceso de inclusión de todos los niños en su tarea alfabetizadora?

I.D.: Escolarizar todos esos saberes –los tradicionales y los más nuevos- es democratizar. En Argentina, la tecnología es todavía muy costosa y no todos pueden acceder. Pero hay otros productos culturales que tienen mucha circulación en la sociedad, como la televisión, el video, la televisión por cable, etc., y que no circulan tanto dentro de la escuela. Los chicos deben poder leer críticamente los medios, deben poder producir algo propio con los medios.
Pero además, la escuela debe producir un espacio de democratización de los saberes, lo que implica incluir la enseñanza de habilidades como leer y escribir de manera creativa. Hay una alfabetización que no es técnica, en el sentido de ayudar a los niños a dejarse conmover por la lectura, a poder acercarse a la experiencia de otros, al mundo de otros. Eso no implica sólo una competencia técnica, requiere esta competencia, pero también requiere otras cosas que muchas veces la escuela no transmite.
En este punto, hay una fuerte necesidad de generar una relación con los libros y también con la escritura para poder expresarse, para tener una voz propia, para poder comunicar aquello que cada uno tiene para decir, para compartir con otros, para conmover a otros. La escuela debe renovar los contenidos que transmite, pero también hay que reafirmar los contenidos básicos y replantearse aquellos saberes que constituyen, hoy, la alfabetización básica. Esto es algo que está muy desigualmente distribuido en nuestra sociedad. Tengo la esperanza de que, si la escuela hace algo en relación con eso, va a contribuir a la construcción de un mundo más justo, más democrático.

Entrevista: Valeria Dotro

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